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AUDIOLOGÍA: ¿EL JUEGO QUE TODOS JUGAMOS?

Dr. Salvador Castillo




 

Es bien sabido que en nuestro país, la atención a la salud es un tema álgido y sumamente complejo y heterogéneo que depende de los factores sociales, económicos o geográficos prevalentes en cada comunidad. Esto ocasiona que sea habitual encontrar gente que presta servicios que involucran intervenciones en la salud sin necesidad de contar con estudios universitarios (medicina tradicional, parteras, chamanes, brujos etc), que de alguna u otra manera cubren ciertas necesidades y carencias que muchas comunidades tienen y que dependen de circunstancias como su topografía, su historia, sus costumbres o sus tradiciones… estas personas pueden basar su éxito y su permanencia generación tras generación, en factores como la ausencia o dificultad para acceder a otras alternativas de tratamiento; en su efectividad para aliviar ciertos síntomas o padecimientos; en el efecto placebo o incluso simplemente en la fe irrestricta que las personas depositan en ellos.

Pero en las grandes ciudades tenemos nuestra propia versión del asunto:  Aquellas personas que ejercen actividades profesionales sin contar con una formación ni aval universitario o normativa legal; es decir, prestan servicios que sí están considerados dentro de las regulaciones legales y sanitarias, pero sin estar sujetos a ellas de la misma forma en la que los profesionales médicos lo están. Esto los coloca en una categoría en la que “compiten” directamente con profesionales que sí han recorrido un camino académico pero también un proceso muy largo y costoso no sólo en su formación, sino en la tramitología gubernamental indispensable para conseguir una autorización legal y así desempeñarse profesionalmente. Para ser claros: El problema radica en que ambos “supuestamente” pueden realizar los mismos procedimientos, pero con niveles muy distintos no sólo en lo que respecta a calidad y ética, sino también en lo que respecta a obligaciones y responsabilidad social.

 

Estas situaciones ocurren prácticamente en todas las especialidades; todos hemos oído de la situación de los llamados “médicos esteticistas” que son médicos generales que realizan labores que corresponderían a los cirujanos plásticos, (cabe mencionar que dicha “especialidad” no existe en el catálogo de de la CIFRHS Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud) pero hay cosas peores: aquellos que se ostentan como especialistas en determinadas áreas sin contar con un título universitario que los avale y que “se roban” cédulas profesionales de médicos reales para imprimir en sus recetas (recordemos el tan sonado caso de la psiquiatra poblana que no era psiquiatra y que ejerció como tal durante años hasta que su caso se hizo viral). 

 

La cultura de la salud en general es muy pobre en nuestro país: Los pacientes (me atrevo a decir que la mayoría) desconocen que un médico debe tener por lo menos 21 años de estudios (sin contar preescolar) para poder colgar en su pared un título de médico especialista en determinada área, y rara vez investigan si la persona del otro lado del escritorio en realidad es médico, o si es médico especialista o si está debidamente certificado. Y la verdad, no es nada difícil investigar quién nos atiende: pueden buscar en el sitio https://www.cedulaprofesional.sep.gob.mx/cedula/presidencia/indexAvanzada.action a quien los atiende y comprobar si cuenta con la cédula profesional que lo autoriza a ejercer como médico especialista.


Por otro lado, los pacientes no la tienen fácil al momento de buscar atención médica al existir un factor que ha crecido de manera exponencial de unos años a la fecha: La abundancia de información errónea, confusa o ambigua en redes sociales y la falta de información o promoción de determinadas especialidades (por supuesto, la Audiología entre ellas). Los pacientes frecuentemente acuden con un especialista (o supuesto especialista) no por su currículum, sino porque tiene gran presencia en redes sociales, en la televisión, en internet o en grupos de Whatsapp o grupos de pacientes que por diversas razones se comunican entre sí y recomiendan a ciertas personas. La validación ha dejado de ser formal y académica para dar paso a la validación por “likes”: si tiene muchos, entonces automáticamente es bueno (a). Esto redunda en una cantidad enorme de gente que presume ser experta en “algo”, y que se atreve a dar consejos o tips aún sin una preparación formal, pero con un nivel de exposición bárbaro que termina convenciendo a mucha gente acerca de conceptos en ocasiones, de lo más absurdo y ridículo (ya saben, curarse de alguna enfermedad escribiendo cosas en una hoja de papel, desaparecer condiciones como la sordera haciendo crujir sus cervicales, “curar” condiciones neurológicas con gotitas misteriosas y diez mil ejemplos más o menos disparatados que están al alcance de cualquiera) pero que son exitosas debido en parte al bombardeo mediático, pero también a esa falta de criterio (o incluso sentido común) que frecuentemente demuestra la población general.  

 

¿Que puede ser fastidioso buscar un especialista para cada enfermedad que tengo? Sí puede ser. ¿Que es más caro pagar honorarios de 5 especialistas que pagar honorarios a un médico general? Sin duda; sobre todo si tengo 4 o 5 patologías diferentes (hay que ir al cardiólogo para la hipertensión, al audiólogo para la presbiacusia, al oftalmólogo para la presbicia, al endocrinólogo para la diabetes y al neurólogo para ese temblorcillo que ya no se me quita en la mano). Pero es un hecho que el concepto del médico general ha ido cambiando con los años y con la práctica actual de la medicina basada en evidencias. En la actualidad, no se puede pretender ser un verdadero experto en todo, pues es tal la cantidad de conocimientos, que deben segmentarse para realmente conseguir asimilarlos y practicarlos. Por eso existen las especialidades. Y aunque parezca que eso lo resuelve todo, la verdad es que solo hace más complejo el problema al existir cursos tanto nacionales como extranjeros (sobre todo españoles) que ofrecen enseñar Audiología a distancia, como si se tratara de cualquier cosa.

Pero hay más: ¿Qué ocurre cuando surgen personas que pretenden ser expertas en un solo procedimiento de un área ya de por sí específica?

Si. Me refiero a segmentar algo que ya estaba segmentado. Y tengo un ejemplo que es el que me ha orillado a escribir esta muy humilde opinión:

 

Desde hace unas semanas, he visto anuncios en redes sociales de unos diplomados en línea con aval de cierta universidad, en los que se pretende formar gente experta en “Tecnología de la audición”, en “Electrodiagnóstico auditivo” o en “Audioprotesismo”. No se menciona a quien va dirigido, así que se asume que es al público en general (léase cualquier persona que cuente con una computadora).

 

Honestamente, no me queda muy claro el objetivo de estos diplomados. Sólo puedo equiparar esto a que alguien quiera hacer un diplomado en suturar una herida o en extraer una muela. Así, sin una base académica, integral, ética, histórica o incluso reflexiva acerca de la trascendencia de las habilidades que se pretende adquirir. Y me surgen varias preguntas: ¿Pretenden formar gente supuestamente experta en uno o dos de los muchos procedimientos y habilidades que – por cierto-  ya manejamos los médicos especialistas en Audiología? ¿Para...?

¿Por...?

¿Consideran que no hay médicos audiólogos suficientes? ¿Consideran que pueden capacitar gente que cuenta con estudios de preparatoria o que tiene un doctorado en sociología (da lo mismo para estos fines) para que ejecute ciertos procedimientos igual o mejor que un médico especialista? ¿Creen que yo (por ejemplo) dejaré de hacer mis propios estudios y estructuraré mi diagnóstico y manejo basándome en lo que haga alguien que cuenta con un diplomado en línea? ¿Creen que con un diplomado en línea se puede formar a alguien desde cero para ser competente en electrodiagnóstico audiológico o en adaptación protésica?

Hace ya mucho que los Audiólogos (aquellos dispuestos a evolucionar, claro) dejamos atrás aquel concepto añejo y rancio que implicaba dejar en manos de alguien más (generalmente un vendendor sin entrenamiento formal) la adaptación de una prótesis auditiva. A muchos se nos enseñó que adaptarlos era algo "técnico" (como si fuera algo malo) que no correspondía a nuestras habilidades médicas, y eso hizo mucho daño al concepto de la audiología en nuestro país durante décadas. Ha costado mucho trabajo dejar eso atrás para las nuevas generaciones y francamente no necesitamos volver a ello.

 

Si quienes organizan estos diplomados creen que están innovando o ayudando a mejorar el nivel de la Audiología en México, permítanme adelantarles algo de lo que va a ocurrir si siguen adelante (y no soy vidente, ni tengo una bola de cristal quiero aclararlo por si hubiera la sospecha). Es cuestión de simple lógica:

 

1. Tendremos más gente en este medio que cree que tiene capacidades y habilidades que en realidad no tiene.

2. Tendremos más gente presentándose a los pacientes como “Audiólogo” o “Especialista en Audición” y haciendo cosas extrañas PERO AHORA CON UN DIPLOMA CON EL LOGO DE UNA UNIVERSIDAD en la mano. Ustedes enséñenle a una persona cualquiera a extraer una muela y verán cómo es cuestión de tiempo para que monte un consultorio y se presente y se anuncie como odontólogo. La tentación y el fenómeno Dunning-Kruger son muuuy poderosos. Y en México somos muy proclives a caer en esto.

3. Tendremos más pacientes mal diagnosticados y con más retrasos en un diagnóstico y seguimiento correctos.

4. Tendremos más competencia desleal: Gente que cobre menos (o no cobre) por un estudio con tal de obtener la venta de un aparato auditivo, o que incluso cuestione el manejo previo de un médico especialista al creer que sabe más que él.

5.Tendremos un problema extra en la práctica clínica pues no existe una regulación gubernamental real y actualizada para la práctica de la Audiología en México. Por eso cualquier persona puede adaptar un auxiliar auditivo o hacer una audiometría (entre otras cosas).

6. Tendremos otro hueco regulatorio académico pues no hay un organismo gubernamental como CONACEM que a través de los Consejos de cada especialidad, certifique las buenas prácticas y actualización de gente que solo cuenta con un diplomado, mientras que sí realiza dichas prácticas en los médicos especialistas periódicamente (que por cierto, no son sencillas ni baratas y deben ser costeadas por el especialista). Ojo: Una Asociación o Sociedad NO es un Consejo médico, por si se lo estaban imaginando.    

 

Me preocupa mucho la existencia de personas que creen que con un diplomado van a adquirir los conocimientos necesarios para diagnosticar y habilitar a pacientes sordos. Y me preocupa porque el mero hecho de creer eso, implica que no tienen ni la más peregrina idea de la magnitud del asunto en el que se están metiendo; basta recordar que por algo existen cursos de Alta Especialidad de UN AÑO de duración, presenciales, para médicos que YA SON ESPECIALISTAS certificados, cuyo objetivo es perfeccionar ciertas habilidades en áreas muy específicas de una especialidad enorme como la nuestra.  

 

Nuestra razón de ser como médicos, son los pacientes. Nuestra razón de ser como médicos Audiólogos, siguen siendo los pacientes. Y más allá de romantizar cuestiones como la vocación o las razones para estudiar medicina, vivimos de lo que hacemos y vivimos para lo que hacemos. Y a mí en lo personal me sigue doliendo ver pacientes con secuelas que son el resultado de la labor deshonesta de personas en las que confiaron y que fueron fraudulentas pues no eran quienes decían ser ni tenían las habilidades que decían tener.

 

Es un hecho que en México no necesitamos más “especialistas wannabe”, pseudoespecialistas, o gente a la que le encanta que le digan “doctor” simplemente por el hecho de usar una bata, filipina o uniforme quirúrgico aunque haya hecho solamente un diplomado o un curso de 6 meses (a veces en el extranjero o en línea). De otros casos de usurpación de profesión (como médicos especialistas en otras disciplinas que creen tener los conocimientos para ejercer la Audiología), ya hablaremos en otra ocasión; pero es un hecho que para nosotros, (los Médicos Audiólogos que ejercemos en México cumpliendo con todas las reglas habidas y por haber), es realmente cansado no competir contra nuestros pares, sino contra cualquiera que, en su ignorancia, cree saber lo que no sabe.

 

Ahora que si de verdad les apasiona la audición y quieren ser audiólogos en México, aquí les dejo el camino a seguir.  El único requisito es no saltarse pasos, porque el inclumplimiento de uno sólo, impide continuar en el juego:

 

1. Estudien medicina

2. Gradúense y obtengan un título

3. Obtengan una cédula profesional

4. Concursen en un examen contra todos los médicos del país para ingresar a la Especialidad de Audiología, Otoneurología y Foniatría.

5. Si ganaron su lugar, busquen ser aceptados en una sede universitaria para cursar una especialidad (hay 5 sedes).

6. Cursen la especialidad durante 4 años

7. Gradúense y obtengan otro título, esta vez de especialista

8. Hagan un proceso de certificación ante el Consejo de la Especialidad

9. Pasen el examen de certificación.

10. Obtengan otra cédula profesional, esta vez de especialista.

11. Si desean pulir conocimientos en áreas específicas, concursen para entrar a otra sede para un Curso de Alta Especialidad (OPCIONAL)

12. Hagan otro año de Alta especialidad. (OPCIONAL)

13. Gradúense del Curso de Alta especialidad.

14. En 5 años recorran el proceso para recertificarse, por el resto de su vida profesional.

 

 

¿Listo? Maravilloso. Porque entonces serán bienvenidos en el gremio. Antes no.

 

¿Y por qué no? Se preguntarán: Pues porque es un hecho de que por muy “fascinante” que sea el mundo de la audición, no hay atajo que valga cuando un paciente pone su futuro en nuestras manos; y si existe la gente que se toma en serio la salud de los demás, sacrifica, invierte, estudia, sigue las reglas, leyes y procedimientos establecidos con tal de dedicar su vida a un objetivo… ¿por qué con ustedes el juego debería ser diferente?

 
 
 

1 Comment


Muy bueno doctor !

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