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¿Por qué es tan importante detectar la sordera desde el nacimiento?​

Dr. Salvador Castillo C.

Médico Especialista en Audiología 

La audición es un fenómeno que no se lleva a cabo solamente en los oídos. De hecho, los oídos son un receptor de estímulos acústicos que envían un mensaje que se va haciendo cada vez más complejo al viajar por distintas áreas del cerebro. Nuestro cerebro es quien decide, quien da un significado al mensaje que los oídos enviaron y que múltiples estructuras cerebrales se encargaron de enriquecer en el camino. Es así, que actualmente sabemos que en realidad no escuchamos con los oídos, sino con el cerebro.

 

Nuestro cerebro empieza a recibir estímulos auditivos desde antes de nacer, y dichos estímulos provocan un fenómeno vital para el aprendizaje en el ser humano: la plasticidad cerebral. Llamamos plasticidad cerebral a los cambios que se llevan a cabo en el cerebro en respuesta a estímulos ambientales, y que pueden ir desde la creación de nuevas neuronas, hasta la formación de conexiones entre las neuronas ya existentes. De hecho hay muchas variantes de modificaciones cerebrales y todas ellas implican el aprendizaje de “algo” en particular (hay áreas cerebrales predeterminadas para especializarse en reconocer y procesar estímulos visuales, otras en procesar estímulos olfatorios, táctiles y por supuesto, también estímulos auditivos); en el caso de la audición, aprendemos a identificar y a diferenciar entre patrones acústicos diversos, que inicialmente son tan simples como identificar la presencia o ausencia de sonido, y posteriormente tan complejos como la diferenciación por ejemplo, entre una /m/ y una /n/ que nos lleva ni más ni menos que a la comprensión del lenguaje oral.

 

Estas áreas cerebrales son como las páginas de un cuaderno en blanco que están esperando ser escritas; pero para que esto ocurra, es INDISPENSABLE que se lleve a cabo la exposición de dichas áreas al estímulo al cual están destinadas a procesar teniendo como consecuencia esos cambios  a los que llamamos plasticidad. Pero eso no es todo: resulta que éste proceso no tiene que ver solamente con la mera exposición al estímulo auditivo; de hecho, tiene muchísimo que ver también con EL MOMENTO en el cual el cerebro es expuesto a dichos estímulos. En otras palabras: el cerebro no nos espera mucho tiempo para exponerlo a un estímulo que lo haga modificarse. De hecho, el tiempo ÓPTIMO que tienen las áreas cerebrales de la audición y las del lenguaje oral para adquirir una lengua materna, son apenas los primeros 18 meses de vida si se quiere que esto ocurra de manera natural: todos los bebés primero comprenden el lenguaje y posteriormente lo expresan a través del habla; posteriormente el cerebro se dedica a “pulir”, es decir, a mejorar dichas habilidades durante el resto de nuestra vida. Esto nos lleva a la siguiente pregunta:

 

 

 

¿Qué ocurre si las áreas cerebrales encargadas de la audición no son estimuladas en forma temprana?

 

La plasticidad cerebral implica que el cerebro se adapte a las situaciones del ambiente que le sean planteadas, así que pueden ocurrir varias situaciones no favorables cuando el cerebro no es expuesto a estímulos auditivos, sin embargo nos centraremos en dos de las principales para entender mejor el problema:

 

 

 

La Plasticidad de modalidad cruzada

 

Las neuronas de las áreas cerebrales auditivas, al no estar realizando labor alguna  (dado que el oído no está mandando un mensaje adecuado), son dedicadas a procesar otro tipo de estímulos, principalmente visuales o táctiles.

 

Supongamos que nos tardamos en detectar una pérdida auditiva profunda en un bebé y realizamos el diagnóstico hasta los 3 años. Cuando al fin conseguimos (a través de auxiliares auditivos o implante coclear, según sea el caso) proveer de estimulación auditiva al cerebro de ese pequeño, pues resulta que las neuronas destinadas inicialmente a escuchar, ahora ya se dedican a procesar estímulos visuales o táctiles… y YA NO HAY QUIÉN procese los estímulos auditivos: es decir, hemos perdido una gran cantidad de neuronas de las áreas auditivas, pero no porque hayan muerto o desaparecido, sino porque ahora se dedican a hacer otras labores; esto implica que se lleve a cabo el procesamiento del mensaje, pero de manera incompleta.

 

 

 

El término de la plasticidad madurativa.

 

Decíamos en párrafos previos, que la capacidad plástica del cerebro también tiene sus limitaciones y éstas están dictadas en gran medida por el tiempo durante el cual nuestro cerebro está preparado para automodificarse en respuesta a los estímulos del medio ambiente. Desde el punto de vista auditivo, nuestro cerebro tiene tiempos para aprender literalmente a escuchar y a adquirir el código del lenguaje oral, y para eso utiliza una etapa de plasticidad máxima llamada “madurativa”; dicha plasticidad inicia desde antes de nacer y constituye la época de la vida en la cual el cerebro tiene mayor capacidad de adaptarse y aprender cosas. Esta etapa desgraciadamente es muy limitada y además su término es irreversible; en muchos textos se conoce como el periodo sensible en términos de adquisición de habilidades no sólo auditivas, sino de lenguaje oral.

 

Después de los 18 meses de vida aproximadamente, la capacidad plástica del cerebro empieza a disminuir gradualmente (de ninguna manera es de un día para otro, pero esta disminución es progresiva, irreversible e imparable, y está predefinida en nuestro código genético), de tal suerte que al llegar aproximadamente a los 7 u 8 años de edad, desaparece por completo. En el proceso es sustituida por otro tipo de plasticidad (llamada adaptativa) que tiene otras características particulares y que es útil para aprender en otras circunstancias (pero no es útil para adquirir la lengua materna como lo es la plasticidad madurativa). 

 

Cuando un pequeño no aprovechó la primera etapa de plasticidad cerebral para aprender a escuchar y a hablar, sus posibilidades de oralización van disminuyendo poco a poco, hasta que llega un momento en el que ya no es posible la adquisición de la lengua materna en el sentido amplio del término (ojo: una cosa es adquirir léxico (palabras aisladas) y otra es aprender la manera de conectar a las palabras para darles un sentido distinto utilizando artículos, preposiciones, adjetivos, verbos conjugados, o incluso entonaciones distintas que pueden cambiar el sentido de una oración y que constituye la verdadera estructuración del lenguaje). La adquisición de léxico puede persistir con entrenamiento, pero la posibilidad de ejecutar oraciones o discurso es la que se ve más afectada y es realmente esto último a lo que llamamos lenguaje oral funcional.

 

Desde hace muchos años, los lineamientos y protocolos usados internacionalmente, sugieren que para calificarse como TEMPRANAS, la detección de sordera debe llevarse a cabo en los primeros 2 meses de vida y la intervención (es decir, adaptación inicial de auxiliares auditivos en los casos de sordera irreversible) debe llevarse a cabo en los primeros 3 meses de vida.  Dichos criterios están basados precisamente en la evidencia que he comentado a lo largo de este escrito, pues sabemos que en términos de pérdida auditiva, el tiempo juega definitivamente en contra nuestra y tenemos que ser muy certeros desde el primer contacto con nuestros pacientes (lo ideal es que ese primer contacto sea el tamiz auditivo como herramienta útil pre-diagnóstica). 

 

Cuando los médicos audiólogos detectamos a un pequeño con pérdida auditiva, es nuestra obligación el realizar un diagnóstico completo: no es solamente definir la existencia de una pérdida auditiva, es indispensable investigar el lugar en el cual está originada, el tipo y grado de pérdida, si es definitiva, transitoria o progresiva, si se origina en un solo lugar del sistema auditivo o en dos o incluso en varios, si el tratamiento puede ser curativo o tiene que ser habilitatorio a través de auxiliares auditivos etc.  Para tal fin, contamos con una gran cantidad de estudios audiológicos objetivos (es decir, que no requieren la participación activa del paciente) que nos ayudan a conocer con certeza, el estado del sistema auditivo de nuestros pacientes; dichos estudios son:

 

 

 

Tamiz auditivo (no es un estudio diagnóstico, es un estudio de primer contacto)

 

Potenciales provocados auditivos de tallo cerebral

 

Potenciales provocados auditivos de frecuencia específica

 

Potenciales provocados auditivos de estado estable

 

Timpanometría

 

Reflejos estapediales

 

Emisiones otoacústicas

 

 

Una vez realizado el diagnóstico, entonces es indispensable realizar la intervención temprana, que consiste inicialmente en la adaptación de auxiliares auditivos (cuyo modelo y características dependerán del diagnóstico y de las circunstancias individuales de cada paciente) y revaloraciones periódicas e incluso el ingreso al protocolo de estudio para definir candidatura a implantación coclear.  

 

En nuestro medio, desgraciadamente es frecuente encontrarnos frente a padres de pacientes que fueron detectados tardíamente y que iniciaron su proceso habilitatorio también en forma tardía. A veces resulta un dilema que los papás entiendan que sus pequeños ya han perdido una gran cantidad de posibilidades de adquirir un lenguaje oral funcional (ojo: decir palabras aisladas no debe considerarse como tal), y que entre más tiempo transcurra, las posibilidades de que persistan secuelas importantes para toda la vida, aumentan exponencialmente. No es que los médicos tengamos mala fe, o no deseemos que a los pequeños les vaya bien, y TAMPOCO obedece a situaciones políticas o de ahorro de recursos (a los médicos que laboramos en instituciones públicas no nos importa eso, créame que no estudiamos una carrera (medicina) y una especialidad de 4 años (Audiología) para terminar cuidando el presupuesto -calculadora en mano- en vez de cuidar a nuestros pacientes); ocurre que tenemos una RESPONSABILIDAD ÉTICA que nos obliga a informar y a plantear a los padres de nuestros pacientes las cosas como en realidad son, y las etapas de plasticidad cerebral y la disminución en la capacidad del cerebro de adquirir una lengua materna es un hecho más que comprobado y reportado en la literatura internacional especializada, e incide necesariamente en el pronóstico funcional de nuestros pacientes. Si bien existen casos en los que la implantación tardía ha conseguido buenos resultados, en esos casos SIEMPRE existe el antecedente de estimulación previa y adecuada a través de auxiliares auditivos, o bien se trata de pérdidas auditivas de inicio tardío (es decir, el niño nació con audición normal y presentó la pérdida auditiva posteriormente: en esos casos, el cerebro sí contó con estimulación y con desarrollo de habilidades lingüísticas tempranas y el pronóstico cambia necesariamente). Es por lo anterior que cada caso debe ser analizado de manera individual y no realizar generalizaciones del tipo: "como a mí me fue bien, a ti te va a ir bien" (o viceversa), ya que el éxito del proceso habilitatorio depende de una gran cantidad de factores que varían enormemente de paciente a paciente y que JAMÁS son iguales. 

 

En la actualidad contamos con muchísimas herramientas diagnósticas y habilitatorias que nos permiten mejorar el pronóstico de nuestros pacientes sordos de forma radical: es por esto, que todos los padres deberían exigir que el hospital en donde nacen sus niños, cuente con un programa de detección temprana de sordera cuyo primer paso sea el tamiz auditivo pero respaldado por un programa de diagnóstico y seguimiento audiológico COMPLETO desarrollado por un médico audiólogo. El costo de no contar con un programa serio al respecto, es demasiado alto como para seguirlo permitiendo.

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