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CUANDO LA MANZANA TE DA UNA MORDIDA

Actualizado: 15 abr

Salvador Castillo Castillo




 

Desde hace muchos años han existido dos segmentos en lo que respecta a los transductores personales que nos permiten escuchar: los recreativos (a los cuales me referiré como audífonos), cuya historia contemporánea podría considerarse que comenzó en 1958 con los primeros audífonos estéreo diseñados por John Koss, destinados a escuchar música y cuyo uso se masificó a partir de 1979 con la llegada del walkman - sí, ese reproductor de cassettes maravilloso que vendió 400 millones de unidades con todo y audífonos alámbricos con cubierta naranja esponjosita- hasta llegar a las versiones actuales inalámbricas, con mucha mejor fidelidad y con las que se reproduce por streaming música que poco tiene que ver con la que se producía en los gloriosísimos ochentas. Por otro lado, el segundo segmento, que corresponde a los dispositivos de uso médico (a los cuales me referiré como auxiliares auditivos), cuya historia comenzó a finales del siglo XIX con los primeros dispositivos eléctricos de carbono (Akouphone, por Miller Reese Hutchinson, 1898), y con un desarrollo vertiginoso en las últimas décadas, que inició justo con el paso del procesamiento analógico al digital que les ha significado posibilidades magníficas en lo que respecta a la manipulación de señales, precisión, comodidad, practicidad y por supuesto conectividad (en la  que están por dar el siguiente paso con la introducción de la tecnología conocida como  Auracast).

 

Si hablamos específicamente de los audífonos, existen un par de variantes con diferentes propósitos dependiendo de su objetivo comercial: aquellos para uso cotidiano que no implican una calidad de audio excepcional (los que usamos para correr, escuchar música, podcasts, noticias etc) y otra clase de audífonos que han alcanzado niveles notables de desempeño y especialización, y que son valorados principalmente por los audiófilos: gente con oídos sanos y cerebros entrenados para disfrutar no sólo de la música, sino también de la calidad de grabación, mezcla y reproducción de la misma. Estos son desarrollados por marcas de renombre como Focal, Hifiman, Harman Kardon o Sennheiser y requieren una importante inversión económica si quiere usted unos, pero brindan a cambio reproducciones realmente prístinas que capturan mejor lo que los creadores de música pretenden y que a menudo son usados por profesionales de la música como productores o ingenieros de mezcla o masterización.

 

Cada segmento (auxiliares y audífonos) ha tenido sus avances y sus propósitos muy claramente definidos y han recorrido sus propios caminos que históricamente han sido paralelos simple y sencillamente porque su razón de existir era distinta: audífonos para oídos sanos y auxiliares auditivos para oídos enfermos o deteriorados.  Es por esto, que hasta hace poco ambos segmentos se habían mantenido cada uno en su nicho, indiferentes uno del otro, con sus usos y sus alcances no sólo bien establecidos y sino también bien asimilados por el público en general. Dos mundos separados por su naturaleza intrínseca que incluso los enfrentaba y los ponía como causa-consecuencia: “Si usas mucho los audífonos, podrías terminar usando auxiliares auditivos”. De hecho, todos hemos sido testigos durante muchos años de la insistencia de muchos profesionales y también del imaginario popular en satanizar el uso de audífonos, culpándolos casi exclusivamente del aumento en los problemas de audición en la población general, (casi como si su razón de ser fuera lastimar los oídos); situación a mi parecer injusta cuando se es parcial en los conceptos y también en la repartición de responsabilidades, pues no es lo mismo decir: “cuidado con los audífonos” que decir: “cuidado con el uso que das a los audífonos”… pero eso es un tema que ya habrá tiempo de reflexionar en otra de mis humildes opiniones.

 

El caso es que siempre hemos asumido que los auxiliares auditivos no se adaptan a oídos sanos por razones obvias, pero también que los audífonos para uso recreativo no están dentro del radar de los pacientes hipoacúsicos por varias razones: una de ellas es la posibilidad de los auxiliares auditivos de enlazarse a un dispositivo como un teléfono, una Tablet o una computadora y recibir ahí mismo la señal proveniente de dicha fuente sin tener que utilizar los micrófonos ambientales. Los auxiliares pueden funcionar entonces como “manos libres” y  por lo tanto, como una vía directa de escucha de una llamada, una videoconferencia, de una película, o de música… da lo mismo; el caso es que un usuario de auxiliares auditivos, no requeriría tener audífonos extra pues sus auxiliares estarían programados de acuerdo con sus umbrales auditivos individuales, lo cual supone una señal óptima e individualizada para ese oído y no genérica como ocurre con los audífonos recreativos.

 

¿Entonces por qué estoy escribiendo acerca de esos dos tipos de dispositivos que nada tienen que ver y que incluso podrían considerarse "enemigos"? Pues porque desde hace pocos años, se empezaron a estudiar las virtudes de los audífonos no sólo como instrumentos de entretenimiento, sino como dispositivos que nos ayuden a mejorar las condiciones auditivas en personas con hipoacusia de manera cotidiana. En otras palabras: el uso extendido de un audífono recreativo como auxiliar auditivo. Asombrosamente, para estos fines ni siquiera se pensó en los audífonos para audiófilos, sino en los audífonos para uso cotidiano.

 

Es así que marcas como Apple (EU) o Denon (Japón) se han tomado más en serio el funcionamiento del sistema auditivo, con el fin de situarse en un camino hasta hace muy poco, no transitado: Resulta que en la actualidad hay audífonos comerciales que ofrecen la posibilidad de registrar Emisiones otoacústicas (sí, está usted leyendo bien) o audiometrías sencillas con el fin de ajustar sus parámetros de ecualización para mejorar la experiencia auditiva, y hace poco nos sorprendió la noticia de la aprobación por parte de la FDA para que los AirPods PRO 2 de Apple puedan utilizarse también como prótesis auditivas (por el momento, eso sí, solamente para hipoacusias superficiales o moderadas).

 

Pero ¿cómo es el proceso de adaptación? Pues así como hacemos casi todo en pleno 2025: a través de una App en un iPhone y evidentemente con los audífonos colocados, se realiza una prueba de audición ahí, en su recámara, en la cocina, la sala o  ̶  por qué no ̶  en el baño, que servirá para configurar los AirPods de acuerdo con los umbrales obtenidos en el modo auxiliar auditivo… y ya. Obviamente y como cualquier prótesis auditiva, cuenta con algunas funciones especiales complementarias como el beamforming, o el Ambient Noise Reduction, que permiten mejorar la claridad del habla en ambientes ruidosos, incluso con una mejoría del SNR (radio señal ruido) de hasta 3.5 dB, que en estos términos es ya de mucho respeto.  

 

Desde el punto de vista audiológico, las pruebas formales realizadas a los AirPods 2 PRO (Chong-White y cols, 2025)  indican una gran cercanía a los objetivos de amplificación con la fórmula NAL-NL2 obtenidos mediante ganancia de inserción, aunque con ligeras deficiencias en los extremos, es decir en frecuencias bajas y también en el segmento de 6000 a 8000 Hz, atribuidas más bien a los fenómenos acústicos provocados por el diseño cerrado de los audífonos o incluso la profundidad a la que tienden a insertarse, que a una falencia en la programación (hay que recordar que su diseño original no está en función de uso médico, sino recreativo). En general, los comentarios desde el punto de vista audiológico en los estudios publicados han sido buenos, aunque falta documentar aspectos específicos como la satisfacción de los usuarios, la permanencia en su sitio o la comodidad en ambientes acústicos complejos.

 

Cabe mencionar que como consecuencia de la habilitación de los audífonos de la manzana para funcionar como auxiliares auditivos de acuerdo con el órgano regulatorio principal en materia sanitaria en Estados Unidos (FDA), los muy optimistas han hablado de la existencia de ventajas de índole social como el poner sobre la mesa de forma masiva el uso de auxiliares auditivos; es decir,  se ve con buenos ojos que la gente voltee a ver a los auxiliares auditivos como algo más cotidiano, tangible y útil para aquellos que normalmente no los utilizan; sin embargo, recordemos que estamos ante el primer hibrido entre audífonos y auxiliares auditivos… y  es un híbrido con cara de AirPods, amén de que Apple no deja de ser Apple y su uso antes del tema que nos ocupa ya era  sumamente popular y común… por lo que el ver en la calle a una persona usándolos no necesariamente implica que pensemos en una deficiencia auditiva ¿cierto? 

 

Ahora que, al ponerme en los zapatos de los pacientes, es indudable que existen algunas ventajas de los AirPods respecto de los auxiliares auditivos actuales:

La primera necesariamente tiene que ver con el estigma de usar una prótesis auditiva que (nos guste o no) sigue siendo un factor a considerar principalmente entre los usuarios adultos: los AirPods parecen AirPods, no auxiliares auditivos, y resulta muy tentador el usar algo que también usan sus hijos o sus nietos, y mejor aún si va precedido de la fama que tiene el fabricante, lo cual le da, ciertamente una ventaja digamos, de nacimiento.


Pero además, un punto que no podemos ignorar porque frecuentemente constituye un impedimento definitivo para la adquisición de auxiliares auditivos, es el costo de los AirPods, pues no hay comparación entre lo que se paga por unos auxiliares auditivos de gama alta o media destinados a hipoacusia superficial o moderada, respecto de lo que se paga por unos AirPods (unos $4000.00 o $5000.00 pesos mexicanos), así que las marcas de auxiliares auditivos podrían encontrar ahí una desventaja notable y tendrían que hacer ajustes en su tecnología ̶ y seguramente en su forma de comercializarla ̶ para hacerla más atractiva y competitiva contra productos de un gigante como la compañía de la manzana. Porque tal vez para nosotros los audiólogos sea muy común hablar de marcas de auxiliares auditivos, pero en lo que respecta a la población general, seguramente es mucho más conocido un producto de Apple que uno de Phonak, Widex, ReSound u Oticon, que -hay que decirlo- producen desde hace muchos años el state of the art en esta materia.   

 

Sabemos que los fabricantes de auxiliares auditivos destinan muchos millones de dólares a investigación, a desarrollo e innovación, pero es un hecho que este sector perdió terreno con la llegada y evolución del implante coclear (las hipoacusias profundas son, desde hace un rato, territorio exclusivo del implante coclear si hablamos de desempeño funcional y aún se comparten indicaciones entre implante y auxiliares en lo que respecta a hipoacusias severas), y resulta inevitable pensar en lo que se viene, porque si se generaliza el uso de los AirPods para hipoacusias superficiales y moderadas (cosa que va a ocurrir, eventualmente) ¿En dónde quedaría el uso de los auxiliares auditivos como los conocemos hasta ahora? ¿Acaso es el principio del fin de los auxiliares auditivos?  No. No es para tanto (por lo menos no pronto). Y no lo creo porque las hipoacusias no siempre son debidas a un deterioro lento y simétrico; siempre habrá otros tipos de deficiencias auditivas que requieran algo más que parámetros básicos de amplificación y siempre habrá diversas etiologías qué controlar o curar; la generación actual de adultos mayores probablemente seguirá prefiriendo la discreción estética de los auxiliares auditivos actuales, aunque la siguiente generación (la nuestra) que creció con productos como el iPod o el iPhone, probablemente tendrá sus propias preferencias estéticas, pues los AirPods se notan porque se notan (seguro es uno de sus objetivos); la población pediátrica siempre tendrá requerimientos que no podrían cubrirse con unos audífonos con el diseño de los AirPods y seguirán necesitando auxiliares auditivos de curveta; además de que en hipoacusias mayores (severas, en concreto), el que se requiera un procedimiento quirúrgico para implantar o el precio muchas veces prohibitivo de un implante coclear no permitirá a muchos pacientes acceder a esa tecnología y optarán por seguir usando un auxiliar auditivo con buenos resultados. Pero definitivamente habrá pérdidas. Eso sí me atrevería a asegurarlo, por simple lógica.

 

Y esa simple lógica no se queda en lo comercial: en el aspecto médico, es un hecho que la generalización en el uso de dispositivos recreativos para la (re) habilitación de hipoacusias superficiales y moderadas, sí sentará un precedente en la forma en la que los pacientes ven a la hipoacusia y por tanto, en la forma en la que se atienden. Y es que si bien la gente de por sí no acude al audiólogo cuando percibe alguna alteración auditiva (de hecho, estadísticamente tardan unos 8 años en buscar atención por primera vez a partir de los primeros datos de hipoacusia, y esa primera atención no siempre es con el especialista) pues ahora menos. Total: puede hacerse una audiometría con el software de los AirPods o con alguna otra aplicación de las cuales hay muchas en el mercado, y si lo amerita, pues usará esos mismos dispositivos en modo “hearing aid” sin tener que visitar un consultorio médico (ya sé que hay gente que se compra aparatos en una tienda y jamás visita a un médico… pero eso podría recrudecerse).  

 

Pero si analizamos esto de manera un poco más profunda, habría que recordar que la hipoacusia por sí misma no constituye un diagnóstico nosológico… más bien es un síntoma, y además un síntoma que puede ser ocasionado por múltiples causas: una obstrucción en el conducto auditivo externo, o por otoesclerosis, o por otitis media serosa, o por una fistula perilinfática, o por una lesión coclear, o por patología retrococlear etc. Y no todas las hipoacusias son iguales, no todas son permanentes y el tratamiento es completamente diferente a partir de la topografía de la lesión. El problema es que la gente cree que tratamos a la hipoacusia, cuando en realidad primero debemos tratar al origen de la misma para intentar detenerla o revertirla cuando es posible… pero para ello se requiere un estudio audiológico, una historia clínica y lo que implica revisar el entorno del paciente, comorbilidades, etc. En lo personal, he diagnosticado hipertensión arterial, lesiones cervicales, diabetes, hipotiroidismo, neurinomas del acústico, asas vasculares, infartos en tallo cerebral, enfermedades desmielinizantes, migraña, Covid 19,  ansiedad, insuficiencia vértebro basilar entre muchas otras cosas, al investigar con cuidado a partir de esos síntomas otológicos que abundan pero que a veces la gente simplemente deja pasar.  Y es ahí en donde vamos en contra de la corriente, pues nuestra sociedad está acostumbrándose cada vez más a resolver todo de manera inmediata mediante una aplicación: la compra de despensa, la compra de medicamentos, el solicitar transporte, escuchar la música que queremos, ver la película que nos dé la gana… y también arreglar nuestra audición. Pero el costo de esa inmediatez cuando se trata de asuntos de salud, podría no limitarse a las comisiones que cobra una App, y son cosas que ya vivimos todos los días cuando las personas recurren a otras instancias en lugar de acudir con el Audiólogo: ¿Cuántas veces no hemos visto auxiliares auditivos adaptados en oídos con infecciones activas? ¿O con neurinomas del acústico? ¿O en pacientes con patologías como la Enfermedad de Meniére que no reciben tratamiento farmacológico y dietético para la causa y se limitan a tratar la consecuencia? Ahora aterricemos que los pacientes imaginarán que comprando unos audífonos y manejando una App, podrán resolver su problema de pérdida auditiva… no importa que también haya acúfeno, otalgia, otorrea, plenitud aural, vértigo y/o inestabilidad.  

 

Evidentemente este crossover entre audífonos y auxiliares auditivos que de inicio, podría parecer una buena noticia para los pacientes al aumentar la posibilidad de tener acceso a prótesis auditivas (democratización, le llaman ahora), plantea un reto al ya de por sí complejo mundo de la habilitación y rehabilitación auditiva y también al ya de por sí atribulado mundo de quienes nos dedicamos a la Audiología; y es que la tecnología nunca se queda estática y les aseguro -desde ya- que no tardarán en surgir otras marcas y modelos de audífonos que puedan usarse como prótesis auditivas, como tampoco tardarán en hacerse ajustes a los AirPods para cubrir pérdidas auditivas cada vez más severas y también más complejas... ¿está bien? ¿está mal? sólo el tiempo lo dirá, pero Apple no se anda con ocurrencias y seguro han hecho un estudio de mercado muy minucioso como para echar a andar un proyecto de esta magnitud.

Mientras tanto, y como no podemos hacer nada al respecto, quedará en nosotros el pensar en cómo nuestra especialidad y la forma en la que la ejercemos, tendrá que evolucionar para mantenernos relevantes (si es que lo somos), o nos hundimos con todo y nuestra ciencia en el cuarto de trebejos innecesarios destinados al olvido, porque ese futuro en donde quien te da la mordida es la manzana… ese futuro es hoy.

 
 
 

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