INQUEBRANTABLE
- Salvador Castillo
- 7 oct
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Actualizado: 9 oct
Por Salvador Castillo C.
En un país líder mundial en el consumo de raeggetón y corridos tumbados, ser pianista resulta, – en automático – un ejemplo de lo que en Estados Unidos denominan un “handicap” (una desventaja: partir de atrás de la línea de salida en una carrera); pero si además tienes 4 dedos en cada mano con limitación de movimiento, brazos cortos y asimétricos y – por si fuera poco --, eres parcialmente sordo porque tus conductos auditivos se encuentran cerrados, aquello suena como a sentencia: Es como si al momento de nacer, el destino te diera un sobre cerrado que contiene la palabra “imposible” escrita en un papel, que debes llevar contigo bajo el brazo por el resto de tus días.
Pero David González Ladrón de Guevara tomó ese sobre y lo dejó sin abrir en algún lugar de su habitación, se olvidó de su existencia para siempre… y se dedicó a cumplir su misión: ser pianista y ser feliz.
Con una extensión máxima de 6 teclas en la mano izquierda y 4 en la mano derecha, su repertorio evidentemente no podía incluir muchas de las obras clásicas (Sergei Rachmaninov tenía una extensión de 12 teclas en cada mano, por ejemplo); pero resulta que sus diferencias físicas con el común de la gente también se extendieron a diferencias en su disciplina, su coraje y su voluntad para hacer lo que muchos, con brazos largos y dedos completos, no logran jamás.
David tenía el diagnóstico de Síndrome de Miller, una condición médica extremadamente rara, que le planteaba limitaciones físicas desde el diseño de su cuerpo; pero eso poco importó a su familia que le acompañó desde su nacimiento para entrenar su audición y visión limitados, pero también esas extremidades incompletas y dispuestas en posiciones imposibles, que sin duda se antojaban insuficientes aún para tareas sencillas y cotidianas como peinarse o cambiarse la ropa. Pero ni él ni su familia se conformaron con aprender a peinarse o cepillarse los dientes: Su tía empezó a enseñarle piano desde los 4 años, y más adelante su papá (pianista profesional) olvidándose de la condescendencia o la resignación, tomó en sus manos la educación musical de David, integrándose artísticamente con él en un dueto de 4 manos y 18 dedos, a través de una técnica especial en la que David aprendió a alternar los dedos de ambas manos para cumplir esos objetivos, que ambos, padre e hijo, maestro y alumno, entendieron distintos a los de los pianistas convencionales: “No ser el pianista que toca más notas en menos tiempo: más bien aprender a comunicar y tocar el corazón de los demás”. Y entonces, se convirtió en pianista.
En Octubre del 2009 concursó en el Festival Internacional para Pianistas con Discapacidad, en Vancouver, Canadá, obteniendo el primer lugar en la categoría para menores de 18 años “JUNIOR GOLD PRIZE” (Premio Juvenil de Oro), y se presentó en países como Austria, Italia, Alemania y Japón, recibiendo diversos premios y reconocimientos. En nuestro país, recibió el Premio Nacional de la Juventud en 2013 y llegó a ser solista en la Orquesta sinfónica juvenil de Guadalajara en los Juegos Parapanamericanos.
Su conmovedora historia de vida fue retratada en los 79 minutos de un documental llamado “Concierto para otras manos”, del director Ernesto González Díaz, nominado al premio Ariel y actualmente en cartelera exclusivamente en algunos cines del circuito cultural mexicano (desde julio del 2025); lamentable y previsiblemente no en cines comerciales, que es donde – creo – tendría un efecto más profundo y también más necesario en una sociedad que cada vez está más acostumbrada a los logros inmediatos con esfuerzos cada vez menores. Quisiera decir que no entiendo el por qué obras como esta no llegan al circuito comercial de cine... pero supongo que es porque a las personas en general les gustan los superhéroes que no pueden ver, tocar o escuchar más que en una pantalla; y este superhéroe no pertenece a dicha categoría: Este superhéroe exhibe sus poderes sin explosiones, trajes espectaculares o combates contra pandillas completas; este superhéroe lucha contra sus propios límites y los desafía sentándose frente al teclado de un piano, día tras día hasta conseguir su propósito: hacernos sentir algo especial al escucharlo. El documental basa su estructura narrativa y dramática en la “Sinfonía para 8 dedos y orquesta”, compuesta por el Maestro José Luis González Moya, para su hijo, David, que desgraciadamente arrastraba problemas de salud desde hace tiempo y dejó de tocar el piano para siempre hace unos días a los 28 años de edad: Demasiado pronto para cualquier persona, pero más para un ser como él, a quien evidentemente el tiempo no alcanzó para seguir dando una lección de vida. “Si quieren encontrarme, estoy en la esperanza, en el amor y sobre todo en la fé en Dios…” apareció publicado en sus redes sociales a manera de epitafio.
No puedo evitar pensar, cómo mientras muchos viven quejándose, autocompadeciéndose o culpando a los demás, eternamente inconformes y sin darse cuenta de que tienen todo en esta vida, otros se concentran en lo poco que tienen y lo utilizan para vivir y ser felices. Resulta deprimente cómo a veces teniendo dos ojos, dos oídos, y brazos y piernas completos, estamos más ciegos, más sordos y más inválidos que aquellos a quienes llamamos “discapacitados” y todo porque simplemente no nos atrevernos a cumplir nuestros sueños; a veces imagino que somos como águilas cobardes convertidas en piedra a fuerza de estar inmóviles; incapaces de volar, pero muy dispuestos a culpar al cielo por no recibirnos, cuando en realidad, jamás nos atrevimos a surcarlo.
David también componía, seguramente en parte porque la música resulta un vehículo magnífico para salir de las limitaciones físicas y viajar a otros mundos y a otras realidades... y dejó constancia de esto en las plataformas de música en las que aparece con su propio nombre, sin seudónimos, sin trucos, sin parafernalia. Yo siempre he creído que la música es un lenguaje en sí, porque invariablemente te dice algo despertando sensaciones: desde las más sublimes, hasta la miseria misma revoloteando en tu cabeza y en tu corazón como una mariposa errática e impredecible; sólo hay que estar dispuesto a ir más allá de las palabras y dejar que esas perturbaciones del ambiente a las que llamamos música, te acaricien el pelo, te tomen de la mano y te lleven a esos lugares que jamás has visto y que jamás has visitado a pesar de que están en lo más profundo de tu ser. La música te lleva a viajar a tu interior, a conocer lugares de tu alma que antes ignorabas que ahí estaban; a navegar por mares tranquilos o por espacios turbulentos que te sacuden hasta la náusea. La música no sólo es arte: es desahogo, es introspección, es curiosidad, es pasado, pero también es futuro y en este caso, ejemplo de autodesarrollo y de herramienta no para sobrevivir, sino para vivir a plenitud haciendo lo que se ama.
Nuestra sociedad está acostumbrada a ver a la discapacidad con un filtro de condescendencia que resulta profundamente injusto para esas personas que, muchas veces, son más exitosos que nosotros (quienes nos asumimos como “capaces”); sencillamente porque logran llegar más lejos de lo que su naturaleza les permitiría… porque su voluntad sobrepasa su condición (o condiciones) y porque no se detienen a dudar ni desperdician su tiempo lamentándose mientras se esconden en los rincones de la lástima. Quienes vivimos tratando a personas que tienen alguna limitación física o sensorial, entendemos que lo que para unos es simplemente dar un paso hacia adelante, para otros es una verdadera proeza que implica reunir el coraje para lanzarse a un acantilado y aprender volar mientras se cae, y todo para librar una grieta que se antoja eterna, mientras son ignorados por una sociedad que nada entiende y a quien poco le importan esas brechas.
Si ejemplos como el de David no nos enseñan nada acerca de las personas con discapacidad, entonces no tenemos remedio como sociedad; porque aunque esas manos incompletas ya no acaricien ese mundo infinito en blanco y negro materializado en las brillantes teclas de un piano, y aunque su documental no compita contra los bodrios palomeros que atestan las salas de cine, las notas que alguna vez produjeron aún pueden ser escuchadas por todo aquel que quiera ser testigo de la historia de alguien que quería ser pianista… pero logró ser inspiración.
Descanse en paz.





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